sábado, 10 de abril de 2010
Sentémonos
Pocas veces voy tranquilo por la calle. A ver, me explico: tranquilo....
No voy corriendo ni empujando por la calle. Tampoco pego gritos al vacío como un desquiciado ni con miedo a que me caiga una maceta en la cabeza.
Al mirar cruzo con la suficiente confianza como para saber que lo hago con seguridad y no pensando: " joe, pues ese camión que viene hacia mí, no venía tan despacio...¿y si acelerase ahora? Me daría tiempo a llegar al otro lado...hmmmm".
Con todo esto, me refiero a poder caminar contemplando el paisaje: un árbol, un perro, un coche, llueve, hace sol, una obra, otra obra...y otra (sí, Madrid está llena de obras), así como sus correspondientes ancianos observando las labores de trabajo de los obreros.
Quizá sea cosa que cuando tengo que ir a trabajar o a estudiar a la Universidad aquel coche que va más despacio no me deja pasar, o simplemente que hoy dormía a pierna suelta bajo el pensamiento de "5 minutos más mamá".
Sea como fuere, siempre me fijaré más en un quiosco o en puesto de helados que en un amigo que estuvo conmigo en gran parte de mi infancia: el banco.
Para algunos un trozo de madera, para mí LA MADERA. De color marrón oscuro, clarito, algunos recuerdo hasta de color pistacho...aiiis ¡Cómo me gustan los pistachos!
Eran héroes de guerra. Sólo bastaba ver como los pobres usaban miembros protésicos para sostenerse: acompañados de barras metálicas en su parte inferior que lo fusionaban al suelo; que tú por más que empujases de pequeño el banco en tu afán de moverlo, el maricón ahí se quedaba tieso.
Aquí conocías 3 palabras nuevas:
- Fusión: esto que hace que dos cosas estén unidas porque sí. Era la principal causa de tu frustración.
- Cabezonería: Cuántas veces oiremos a nuestro padre decir "hijo, por más que lo intentes no lo moverás. Está pegado al suelo. No seas cabezón".
Eso o tener la cabeza muy grande.
- Huevos: Aunque los chicos nacemos con ellos y ya sabíamos que estaban junto a nosotros y a que hacían referencia, ahora lo usaremos en otro contexto: " Por mis huevos que lo muevo".
Después tu padre te explicaba que el metal era metal y no madera, y tras esa clase de física y química avanzada , finalmente desistías.
Tienen mucha familia y están por todo el mundo. Yo los recuerdo con especial cariño de jovencito precisamente porque me contemplaban en mis horas más locas o de otra manera, en los parques.
Allí tú eras Dios y tus amigos los que tenían que obedecerte. Pero por encima de todo tus padres, sentados en el banco, te vigilaban junto a el preciado asiento para auxiliarte cuando tú aprendías que por el tobogán uno no se tira ni de espaldas, ni de boca.
No sé quién sería el que te veía primero...tu madre que cotorreaba con las demás vecinas...o el banco. Al fin y al cabo, él siempre se mantenía fijo hacia ti...mientras que la "ma" se levantaba sólo para recoger los dientes que habías perdido al frenarte con la boca en el suelo.
A pesar de todo esto, creo que el banco es parte de nuestra historia cultural, de todo eso que se va perdiendo con el tiempo: como el cartero con el aguinaldo, matar gallinas retorciéndoles el pescuezo(BURRADA 1) o tirar la cabra por el monte(BURRADA 2). También en primavera se ven pocas mariquitas y aún menos cazamoscas, pero señores, los bancos siguen ahí.
¿Qué diría Forrest Gump?...el banco nos invita a descansar, a pensar, a leer el periódico, a caernos del mismo banco, a soñar, a escribir "yo corazón menganita", a besar a tu chica o simplemente a charlar con alguien...todo esto y más en un simple trozo de madera...que cosas. Intentaré sacar más tiempo para ellos.
Por último, digo que como ahora soy más mayor y debería, insisto...debería, tener más fuerza que cuando peque, yo creo que mañana saldré a la calle y por fin, lograré mover el banco de sitio...
...Aunque sólo sea un pelín.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario