jueves, 21 de marzo de 2013

Un mago en el metro

Volviendo del trabajo, con una amiga. En metro. Se abren las puertas del vagón y entre los pasajeros, uno que ya conozco. No sé si él me reconocerá, pero da igual. Porta lo que parece ser un carro de la compra, ya sabéis, de estos con ruedas. La bolsa donde comúnmente metemos las cosas del mercado ha decidido alquilar su lugar a un amplificador de música. Un matojo de nudos. Mal atado con una cuerda y entre demás ideas: un maletín, el cual abre.

El hombre echa un pequeño discurso, presentándose y señalando el tan famoso "disculpen las molestias". Es rumano y chapurrea lo que puede graciosamente, al menos para mí. Ya metí la mano en la cartera. La última vez que le vi, no le di nada. Miro a mi amiga y le digo: "este hombre es bueno".
A pesar de que el vagón no está muy lleno, parece reservar el espectáculo a ella y a mí. Se dirije hacia nosotros en todo momento, a nadie más. Únicamente se despista de nuestras miradas en un momento, hacia otra chica más alejada.

Su número fue de magia. Haciendo pequeños trucos y sorprendiendo con ello. Interactúa con nosotros en un momento dado. A pesar de que ya es mi parada me quedo una más. Termina el espéctaculo. Esta vez fue muy breve, pero no es motivo para no darle el dinero. Me levanto y se lo doy en la mano antes de que apenas haya devuelto las cosas dentro del maletín. Cuando termina, el hombre pasa una pequeña chistera y nadie más le da nada, ni siquiera una mirada. Él sigue amable. Dirige su mirada hacia dentro del sombrero  y exclama: "¡¡200 €!!". Me mira y me sonríe. ¡Ojalá hubiera podido convertir mis 2 € en 200! En esas horas, ya más cercanos al día siguiente que lo que nos quedaba de éste, es de agradecer esa broma, ese humor y una sonrisa.

Me hace gracia que nos gustaría saber dónde está la trampa, "el truco", pero a la vez no queremos saberlo, pues es ahí donde realmente está la magia.

Un suspiro al final de un largo día. Mientras camino en los pasillos del suburbano, camino al siguiente trasbordo, voy pensando en el hombre y me hace esbozar una sonrisa.

Quizá ésa sea la verdadera magia...