domingo, 1 de diciembre de 2013

Todos los perros van al cielo


- ¡Mamá, mamá!
- ¿Qué, hijo?
- ¿Sabes qué, mamá? Ya sé lo que quiero ser de mayor.
- ¿Y qué quieres ser de mayor, hijo?
- De mayor mamá, quiero ser fotógrafo.

Es mentira. Eso no fue así.

De pequeño quería ser bombero. En mi colegio y alguno más, tenían por costumbre organizar una excursión a los bomberos. Creo que fue con 7 años. Los edificios rojos, el camión de bomberos cada cual más grande que el anterior, las máscaras contra el humo...ese compañero de colegio que todos teníamos en nuestra clase, el rarito: el más desviado en todos los sentidos de la realidad, sólo miraba las hachas con una ojos desorbitados y sólo podías preguntarte qué pasaba por su cabeza en esos momentos. También estaban las bombonas de oxígeno. Aún recuerdo como el bombero que guiaba la excursión nos animó a ponérnosla: la más valiente fue una compañera etiopiana que gracias a su complexión y altura pudo sostenerla en su espalda no sin la ayuda del bombero. 

Los bomberos molaban: eran fuertes, simpáticos. Nada les hacia daño, ¡rescataban gatitos de los árboles! La sirena de bomberos sonó durante la visita y vimos como salían preparándose a toda prisa. ¡Bajaban por la barra de bomberos mientras alzabamos la mirada hacia arriba con la boca abierta! ¡¿Quién no quiere hacer eso durante la excursión?! ¡¿Quién?!

19 años después, llevo a todos lados esa máquina. Una cámara réflex de plástico. Plástico... y no por ello le quita peso. No hay más presupuesto para comprar una mejor. Quito el objetivo y pongo otro. Digo que sonrías, que cambies de postura y disparo: ¡CLICK! Me tiro al suelo y busco más a tu derecha...¡eso es! Quieta un momento...¡CLICK! Tengo hasta una tarjeta de presentación. En un momento de la sesión fotográfica, te relajas y te sientas a descansar. Es cuando ese niño pequeño se mezcla con el grande.

Los niños ven todo desde abajo, abrumados en un mundo de gigantes. Los árboles casi tocan el cielo, las personas me sacan más de una cabeza y desde mi altura, alzo las manos con la cámara y miro a través de lo que mis ojos me permiten: abro diafragma porque me gusta jugar con la poca profundidad de campo. Vuelvo a tirarme al suelo, mi gran amigo y aislo a una hoja caída de un árbol, que se agrieta y que se arruga, que se muere y se marchita. Al tocar uno de sus extremos se me deshace en la mano y la retiro, asustado de despedazarla. La dejo vivir en el suelo y enfoco. Sólo ella está nítida, sus compañeras son un cúmulo de puntos borrosos alrededor suya rodeándola en círculo. Es el reflejo de la realidad: hoy entiendo un poquito más...de cómo comunicar ese sentimiento. ¡CLICK! ¡CLICK! No me preocupo por tener que cargar un nuevo carrete: la tarjeta me avisa de que aún me quedan 227 fotos más. ¿No creo que los gaste en una hoja?

¡Mira el sol! ¡Me quedaré ciego por un momento! Los contraluces también me gustan pese a perder dioptrías por mirar directamente a esa luz brillante del cielo aniquila-visiones. ¡CLICK! Otra toma más para el bolsillo. "¡YA!"...la modelo me grita desde lejos para avisarme que ya está descansada, que podemos continuar con la sesión. No recuerdo haberme alejado tanto de ella...Volvamos al trabajo...

Puedo salvar los recuerdos de los demás. ¿Por qué no los míos? ¿Qué falla? Camino por la vida a tumbos, cojeando. Ahora es cuando me pongo a reflexionar: me doy cuenta de que no he podido salvar los recuerdos más que en mi cabeza...y ahí, poco a poco se desdibujan. Cada vez son más vagos. Me refiero a aquello que deseo guardar conmigo en un álbum de fotos: lo verdaderamente miportante. Por eso no soy fotógrafo. aún no puedo llamarme así y espero no poder hacerlo nunca. Odio esa palabra: FOTÓGRAFO. 

"¿Eres fotógrafo? ¿Haces fotos?"

No. No he aprendido a mirar a través del objetivo y todo son errores. En momentos como éste, me doy cuenta de que un profesional sí se habría dado cuenta de otras cosas. Las hubiera visto venir: yo, no.
Lo que estudio, aquello por lo que me formo, no sirvió para nada. Únicamente tenía que disparar el botón una vez más y colgar una foto en el corcho de la habitación. Pero no lo hice.

Los bomberos salvan vidas...yo no salvé nada. Quizá esté preparado para la próxima vez.

- ¡Mamá, mamá!
- ¿Qué, hijo?
- ¿Todos los perros van al cielo?

jueves, 21 de marzo de 2013

Un mago en el metro

Volviendo del trabajo, con una amiga. En metro. Se abren las puertas del vagón y entre los pasajeros, uno que ya conozco. No sé si él me reconocerá, pero da igual. Porta lo que parece ser un carro de la compra, ya sabéis, de estos con ruedas. La bolsa donde comúnmente metemos las cosas del mercado ha decidido alquilar su lugar a un amplificador de música. Un matojo de nudos. Mal atado con una cuerda y entre demás ideas: un maletín, el cual abre.

El hombre echa un pequeño discurso, presentándose y señalando el tan famoso "disculpen las molestias". Es rumano y chapurrea lo que puede graciosamente, al menos para mí. Ya metí la mano en la cartera. La última vez que le vi, no le di nada. Miro a mi amiga y le digo: "este hombre es bueno".
A pesar de que el vagón no está muy lleno, parece reservar el espectáculo a ella y a mí. Se dirije hacia nosotros en todo momento, a nadie más. Únicamente se despista de nuestras miradas en un momento, hacia otra chica más alejada.

Su número fue de magia. Haciendo pequeños trucos y sorprendiendo con ello. Interactúa con nosotros en un momento dado. A pesar de que ya es mi parada me quedo una más. Termina el espéctaculo. Esta vez fue muy breve, pero no es motivo para no darle el dinero. Me levanto y se lo doy en la mano antes de que apenas haya devuelto las cosas dentro del maletín. Cuando termina, el hombre pasa una pequeña chistera y nadie más le da nada, ni siquiera una mirada. Él sigue amable. Dirige su mirada hacia dentro del sombrero  y exclama: "¡¡200 €!!". Me mira y me sonríe. ¡Ojalá hubiera podido convertir mis 2 € en 200! En esas horas, ya más cercanos al día siguiente que lo que nos quedaba de éste, es de agradecer esa broma, ese humor y una sonrisa.

Me hace gracia que nos gustaría saber dónde está la trampa, "el truco", pero a la vez no queremos saberlo, pues es ahí donde realmente está la magia.

Un suspiro al final de un largo día. Mientras camino en los pasillos del suburbano, camino al siguiente trasbordo, voy pensando en el hombre y me hace esbozar una sonrisa.

Quizá ésa sea la verdadera magia...

lunes, 28 de enero de 2013

El malabarista frustrado

Había una vez un hombre al borde de la desesperación. Ese hombre repetía el mismo movimiento con una obsesión nunca antes vista. Una y otra vez, una y otra vez...y vuelta a empezar. El mismo ejercicio. Sin que pareciera existir el mañana, hacía rodar una pequeña bola de contact que se escurría entre sus manos, caía al suelo y de nuevo, tras ser recogida bajo un pequeño gruñido, volvía a las manos de aquel proyecto de malabarista. Sólo a veces cambiaba el ejercicio a fin de romper la monotonía y evitar lanzar la bola lo más lejos de él bajo lágrimas de ira e infectado bajo una siniestra risa loca que le demostrase que había perdido cualquier atisbo de cordura.
La bola de contact tampoco ayudaba a ello, pues su color rojo, una vez la tenía que haber recogido del suelo más de 1000 veces, se transformaba en su mente: sangre. Un rojo sangre era lo único en lo que podía pensar ese pobre loco. Cada  caída de la bola al golpear con el suelo repiqueteaba en su cabeza: “Pum, pum, pum”. Ese hombre no se daba cuenta de lo que le estaba pasando y de la metamorfosis que en él estaba naciendo si no conseguía manejar la bola antes de que ella le gobernase a él.

Mirándose en un espejo, de pie e  intentando ver si los movimientos salían fluidos y reconocibles. Algunos sí, otros no tanto y alguno, ni por asomo. Siguió en los próximos días con un progreso mínimo. La bola y él no parecían estar hechos el  uno para el otro. Un día, como otro cualquiera, tomó su bola y se colocó delante del espejo. Todo normal. La bola le obedecía hoy un poco más que ayer y estaba contento. Su locura parecía menguar a pesar de los pequeños episodios cuando la bola se caía. La recogía y la apretaba con su mano fuerte, conteniéndose. Volvía a practicar.

Pero algo ocurrió: una noche mientras practicaba, su gato doméstico se encontraba a sus pies mirando como un humano desequilibrado agitaba una bola hacia los lados sin sentido ni propósito aparente. Entonces, la bola hizo caída libre desde sus manos y hacia la cabeza del gato. El hombre se anticipó al desenlace. El peso de la bola sería fatal para su mascota. Sus reflejos inútiles no pudieron agarrar la bola en el aire, pero sí golpearla y desviarla de lo que hubiera sido el fin del gato aplastándolo su cabeza contra el suelo. La bola voló entonces loca, primero golpeando el espejo el cual quebró en cientos de pedacitos que descuartizaron al animal y segundo, volando hacia el comedero de la mascota. Presa del shock, el hombre primeramente vio como los cereales y la leche  del gato se fusionaban en el aire a cámara lenta y aterrizaban en el suelo, ensuciándolo todo. Luego, escuchó ese sonido que tan bien conocía: "¡PUM!" La bola golpeando el suelo…No se paró. Por primera vez, se unió a su dueño. Regresó trazando un camino híbrido, mezcla de cereal y leche, hacia los pies del hombre y golpeándolo en su pie izquierdo.
El hombre, estupefacto de la escena, miro a su gato. Bueno, a todos los pedacitos de su gato. Se agachó, cogió la bola color sangre y salió por la puerta…en la noche oscura.

Desde entonces, es sabido que los malabaristas deben aprender sus trucos delante de un espejo y ausentes de animales. Su labor es solitaria y sus éxitos no serán compartidos por sus mascotas. Sólo dos factores estarán: el malabarista y su bola de contact. Cualquiera  que quiera conocer el arte del malabarismo deberá aprender el manejo de los movimientos habiéndose agachado, al menos, 1520 veces a recoger su bola. 1520 veces por movimiento nuevo aprendido. Si crees haberlo dominado antes de esta cifra, tira la pelota a propósito. Pues cuentan que un malabarista frustrado entrará durante la noche a través del espejo frente al que practicas y te sacará el seso a golpes de contact. Tus ojos se sumarán a los de aquellos que se tomaron esta historia como una leyenda urbana. Ojos con los que este pobre desgraciado, aprende cada día un poco más, lanzándolos al aire y recogiéndolos…una y otra vez.

sábado, 19 de enero de 2013

¿Por qué tan seria?

Como el día y la noche.

Viajo en el metro arrítmicamente con su pequeno traqueteo. Delante mío tengo una sucesión de tres asientos en los cuales están sentadas dos chicas.

Una de ellas de estilo punky. Rubia. El flequillo le cae hacia el lado izquierdo de la cara. Mientras, un rapado a ambos lados de su cabeza, de hace tiempo a juzgar por lo crecido que está, quizás de algunos meses, terminan de darla su aspecto tan llamativo. Sus orejas se pueden diferenciar sin problema. Ningun retazo de pelo rebelde ni mechón juega a ocultarlas. Escucha música a un volumen que ya hoy día no se conoce aunque lleves cascos, pues sólo ella puede apreciarlo. Al menos es una persona que no se quedará sorda en un futuro próximo.
Viste una cazadora negra de cuero y pantalones ajustados de color gris, desvestidos por un pequeño roto y por tintes oscuros. Descansa sobre unas zapatillas sin marca aparente con las que va marcando el ritmo de la música. Entre sus piernas una mochila. No sé si le gustará lo que escucha...su cara de enfado hace difícil saber lo que piensa. Su entrecejo no puede estar más fruncido y tenso. No lo relaja en ningún momento. Parece como si quisiera proteger sus ojos azules. Son claros y bastante bonitos. Me pregunto por qué ese gesto triste. Sigo observándola: entre tiempos, saca su móvil y teclea algo. No parece estar teniendo una conversación, más bien eligiendo una canción o algo parecido. Pero sigue enfadada.

La puesta en escena de la otra chica es bien diferente. Aparentemente más pija y no, no está mosqueada. Lleva el pelo recogido en una coleta. Castaña y en contraposición, de unos ojos oscuros que se camuflan detrás de unas gafas de pasta negra. Me gusta como le quedan. Lleva los labios pintados de rosa...nunca me gustó el rosa, pero a pesar de ello no me disgusta el toque que le da. Junto con un lunar en su pómulo izquierdo que la dota de un aspecto inocente.
Su mano derecha desnuda. La izquierda, protegida con un guante negro. Con ésta última sostiene una bolsa con restos de lo que pudo ser una palmera de chocolate. Como de un niño rebañando un yogur, apura lo que queda y con la mano derecha, se mete con dificultad a la boca las migajas que se apelotonan en las esquinas de la bolsa. A esta horas de la mañana, se hace lo posible por desayunar.
Un abrigo oscuro y unos pantalones vaqueros azul marino. Su vestuario lo termina con unas botas oscuras. Cuando cree haber terminado con su palmera, arruga la bolsa en una pelota y segura de que ningún trozo del desconocido bollo escapará de ahí,  se limpia por encima el pantalón dando pequeñas palmadas.

Parece que su parada se acerca y se prepara con rapidez. Mira el móvil y se levanta hacia la puerta. Es en ese movimiento cuando se le cae el guante que no llevaba puesto. No tengo ningunas ganas de hablar pero me levanto, lo recojo del suelo y se lo doy.
Ella se gira y lo toma, ofreciendo en ello una sonrisa y un "gracias". Yo respondo igualmente con otra sonrisa. Me vuelvo a sentar y ella se va.

Sigo mi camino. La chica rubia será más atenta. Se levantará y mirará atrás. Viendo que no se deja nada, marcha hacia la puerta para seguir su camino aún con el ceño ofuscado.

¿Por qué estaba tan seria?

viernes, 18 de enero de 2013

"Aviso a la comunidad de vecinos del inmueble"

Me toca trabajar por la mañana...

No puse el despertador el día pasado, pero eso da igual. No es muy importante. Mi cabeza hoy decide funcionar de forma autónoma y se despierta puntualmente. La primera sorpresa aparece: doy la luz y no funciona. Son las 8:00 de la mañana y no se ve ni un cagado. Ahora viene a mi cabeza el cartel en el portal de mi piso:

"SE AVISA A LA COMUNIDAD DE VECINOS QUE SE CORTARÁ LA ELECTRICIDAD PARA REFORMAS EN LA RED ELÉCTRICA DEL INMUEBLE..."

Reformas...En fin, opto por hacer gala de exhibicionismo de mi musculoso cuerpo (¿mentira, decís? Yo no miento nunca: es musculoso, ¿vale?) y abro las persianas. Una vecina del bloque de pisos de enfrente que casualmente estaba mirando hacia mi ventana se desmaya al ver lo increíblemente bueno que estoy. Ya van 6 en esta semana...
Continúo con lo mío: aún con las persianas abiertas, la luz que entra no permite que se vea un cagado, por lo que intentaré hacer mis labores matutinales a oscuras.

Cosas como el desayuno o pisar el rabo del gato por error las hice sin mucho esfuerzo...mi gato también fue capaz de arañarme sin mucho esfuerzo ¬¬. Ducharme, eso tampoco costó mucho. Con la toalla envuelta en la cabeza, me voy para mi habitación y conecto el secador.
¿Era por la mañana y estaba sopa todavía, ok? No me lo tengáis en cuenta...El secador, obviamente, no va al encenderlo. Es lo que pasa cuando cortan la luz en tu bloque: sin electricidad los aparatos raramente funcionan.
Miro afuera y el frío no invita a salir con el pelo mojado, pero tampoco es que el reloj invite a esperar a que se seque. Me voy desesperando y todavía no he salido de casa: ganas de llorar aumentando. Veámos: logré robar minutos al tiempo y dejé que el pelo se secase un poco. Probabilidades de neumonía reduciéndose. Tras esto, sólo queda salir y bajar desde un octavo sin ascensor (no hay corriente eléctrica, os recuerdo...ejem, ejem): una atracción divertida donde las haya de 112 escaleras de caracol, mareo incluído.
De camino al metro me tropezaré ligeramente y una mini-rama lo suficientemente pequeña para tenerla lástima pero lo bastante grande como para que te moleste al andar, se enreda en los cordones de mi deportiva izquierda. No sé cómo, no preguntéis. Quitarla de ahí fue tan difícil como la absurda posibilidad que tenía de fusionarse a mis cordones de la manera que lo hizo.

A pocos metros para llegar a la boca de metro, vi una paloma en el suelo, parada, contemplando el paisaje. Pensé en darle una patada como si de un balón de fútbol se tratase, dejando en el lugar donde ahora se encontraba el pobre animal, un revuelo de plumas olvidadas, con el fin de desahogarme de la mañana que estaba teniendo. Entonces recordé que nunca fuí bueno jugando al fútbol y que posiblemente fallaría el tiro, malgastando mis fuerzas en ello.

Conclusión: no paguéis un mal día con quien no tiene la culpa. Y menos con los animales. Y esto es verdad, en serio. Porque sólo son eso: animales. Los demás no tienen la culpa de nuestros problemas...bueno, no siempre :)
Eso o aprender a jugar mejor al fútbol de pequeño.

Me pasaron más cosas en el metro:
Un hombre casi es partido por la mitad al intentar ATRAVESAR (y esto es literal) las puertas del metro. El hombre no quería esperar el siguiente y le daba igual que éste tuviera las puertas abiertas o cerradas: él, pasaba.
Por otro lado, una mujer casi se lía a leches con su marido mientras discutían en el andén. Y por último, aunque no por ello menos inquietante, una mujer con gafas de sol oscuras de tipo negro-Mordor me observaba en el vagón del metro mientras escribía esto con el móvil. Y es que la cantidad de rayos ultravioleta que llegan procedentes del sol, son un peligro bajo tierra. Tened cuidado...

Pero ya es hora de preguntaros:

¿Qué tal vuestra mañana? :D

domingo, 13 de enero de 2013

Inquietud amorosa, pastelosa...

Sabía que te encontraría, entre un barullo de " a pesares". Por más que busco y dando vueltas sobre mis pies en círculos. No encuentro un lápiz ni un papel. Hojas donde escribir tengo, ¿pero con qué? Es una escena tan improvisa, repentina y me pilla por sorpresa. Recurro a un ordenador, a un block de notas sencillo que ya nadie usa. Todo de seguido, sin pensarlo y con abreviaturas mil.

Sabía que te encontraría, y entre un barullo de "a pesares" logro leerte, las inquietudes y alguna  que otra descripción gráfica de tus ideas. La sucesión de letras en el monitor ayudan a seguir avanzando cuando ya nada parecía motivarme para leer ni escuchar. Cada letra la miraré, cada palabra la analizaré y cada frase la intentaré comprender.

Y aquí empieza todo:


Hacía tiempo que no estaba tan inquieto. Que cerrar los ojos se convertía en un mar de pesadillas, donde naufragar y caer al mar se convertían en un ir y venir sin fin, un bucle infinito. Quería estar más despierto que dormido, pero ni siquiera ese mundo vivo  parecia real. Aún así, dormir y encontrarte en el sueño era distinto.

Insistencia de tu voluntad. No sólo presente en esos sueños. Insistencia al pedir algo, a hablar y señalar que "ahí estabas". A veces de forma fugaz y cobrando mayor protagonismo. Una ilusion del deseo que se anhelaba. Y que a día de hoy nunca llega. Está a distancia, susurrando por momentos lo que quiere:

"Para de dudar...De echarte para atrás".
Las señales me las das pero el miedo al rechazo es grande. A fracasar. No hay continuación si meto la pata  y todo debe ser perfecto a la primera, "pero de entrada no lo es". Quizás ésas sean tus palabras.
Es tortuoso no saber con claridad cristalina si es un juego o si se espera algo más, si es tu forma de ser tan amistosa. Pero tú bien has sabido acercar una mesa a ti, invitando a hablar contigo. En un aula donde sentarse en una esquina alejado de todo parecía la mejor opción.

Omito muchos sentimientos y rechazo los que se me ofrecen. Quiero una sonrisa, la tuya, pero no soy capaz de pedírtela. Sólo hacer cosas graciosas, payasadas, ahora más...Mucho más. Este adjetivo nunca se me  podía haber atribuido con tanta exactitud: bufón de sonrisas. ¡¡Y vaya si las consigo!! Pero no va más allá, no son suficientes.

Te sé hacer reír. No hace falta mucho esfuerzo, sólo acercarse y hablar. Y lo hago, me hago un hueco en ese momento donde estás sola y distante a los demás. Es raro que nadie esté ocupando el asiento a tu lado, ellos siempre lo hacen. Únicamente pruebo y me siento para inmediatamente lograr captar sutilmente tu atencion.

Es increíble lo feliz que haces con algo tan sencillo que tu mirada. Es entonces cuando el desafío comienza: mantener una conversación. No es por otra cosa por la que siempre me mantengo a distancia de ti.

Sostengo la templanza. Hablo, riéndome de mi mismo y también de ti. Me quedo contigo en más de una ocasión y no te molesta cómo lo hago. Voy por buen camino y parece que me guste torcerme en más de una ocasion..Me equivoco más que hablo y no te importa. No es motivo para que vuelvas la vista a lo que andabas escribiendo en tu cuaderno. Falta sólo banda sonora y ni siquiera eso. Si te pones a escuchar con la suficiente atención, lo oirás.¡¡ PUM PUM!! ¡¡PUM PUM!! El corazón de una persona no puede latir más nervioso...Logro salir al paso teniendo que pedirte una única vez que no te pongas tan seria.

Implosivo momento. Pero tiene que acabar. Me levanto para dejarte hacer tus tareas. Hoy he descubierto mucho sobre ti. Pero no sólo hoy, es decir: hoy cuando fue ayer, y hoy cuando es hoy. Es difícil de entender, lo sé. A mí tampoco me ha quedado muy claro. Pero créeme cuandote digo que no pasas inadvertida en mi cabeza, pues paso más tiempo pensando en tu vida que en la mía.

Sé. Sé tu misma siempre y que nadie logre cambiarte. Tus ideas son originales, alternativas muchas veces, quizas desde mis ojos. Pero no es malo, "alternativa" no es un calificativo malo en tu persona, si no todo lo contrario. Es lo que hizo que me fijase en ti, en lo especial que resulta hablar contigo y en atesorar cada minuto que se pasa en tu compañía.
Algunos hablaban de que cambiases, matizases o perfilases ciertos aspectos de tu vida. Yo te digo que ni por asomo lo hagas. Miento: realmente no es una petición, es un ruego, y espero que llegue de alguna manera a tus oídos o a ese cielo que tienes como ojos.


Hoy sabía que te encontraría, entre un barullo de " a pesares". Y me puedes encontrar entre estas palabras, entre estas ideas, previas a esos dos puntos que todos hemos escrito alguna vez en nuestra vida. Esos dos puntos que numeran, que presentan. Estos dos puntos:

"Te marcan donde no tienes que buscar, ¿adelante de ellos? Jamás. Vuelve atrás, a nueve sentimientos descritos antes. Nueve conjuntos que se enuncian con una letra que debes separar y unir . Esa palabra que nace, que resulta de éllas, te dará la respuesta. Supón en algo posible o quizá algo imposible que pueda ser para sacar de ello una consecuencia".

Ésa, la consecuencia, cómo procedas, sólo será decisión tuya.Yo ya decidí decir esto, escribirlo y saber qué es lo que siento, aunque no tenga respuesta.

¡Domingo para uno y uno para domingo!

Me encuentro sentado, ahora, mirando por una ventana de autobús. Pero no creo que el viaje desde donde estoy vaya a ser sencillo. Yo sólo estaré sentado, calentando un asiento hasta que el conductor de autobús me llevé a mi parada. Veo mi vida pasar por delante de mí. Mi vida de las últimas seis horas únicamente:

Es domingo, segundo de mes y toca trabajar excepcionalmente. Me sobé. Dormir es uno de los placeres de este mundo y yo intento cumplirlo en la medida de lo posible. Fue un caos: a menos de media hora para tener que abrir la tienda, en un recorrido de una hora y cuarto en transporte público. ¿Cómo resolver esta paradoja? Sin dinero ya a comienzos de mes, sin tarjeta y con pelo de recién levantado hice un híbrido metro- taxi.

Mi sinceridad fue absoluta con el taxista: "No tengo dinero". Su cara fue igual de sincera, con una de esas miradas que te atraviesan el corazón. Con una sonrisa amable logré engatusarle sin mucho esfuerzo de que le pagaría al llegar al destino. Decidió fiarse de mí y al llegar al trabajo, lo primero en hacer tras subir la verja de la tienda, fue coger dinero de caja, salir de nuevo al taxista que me esperaba y pagarle para que no me estrellase el gato en la cabeza. El día habia comenzado bien. Más que eso: estupendamente(!)....debiendo dinero a la tienda.

Un domingo del que nadie sabía nada. Como en una película de zombis, los madrugadores deambulan sin saber dónde por las galerías del centro comercial donde trabajo. Para aquí y para allá. Cereeeebrosss...
La avanzadilla de las agujas del reloj no son motivo suficiente para que se despierten de sus casas. ¿En la tienda? Bien: limpiando, hablando con los compañeros de las tiendas vecinas, etc. Bien., para mí es domingo, como para los clientes, como para ti.
Ya son las tres, la hora de cerrar. Hoy abrimos sólo medio día. La caja está hecha y es reconfortante bajar el interruptor donde pone "LUCES". Y lo es más el oír el "CLICK" del interruptor. ¡Adiós! ¡Hasta otra! Saliendo hacia fuera, aún en el centro, me quedo hablando con compañeros de las tiendas mientras miro una aplicación de móvil que ya conocéis muchos. Mi "amiga" que siempre me ayuda, la diosa de las aplicaciones no es otra que ésa que te dice cuanto tiempo le falta a tu autobús para que salga de la parada. Lo miro...esperando...esperando...¡Dos minutos! ¡¡A correr de nuevo!

Llego a la parada con la lengua fuera para encontrarme con esto:


Y es que hoy es domingo para todos.

Ya habían pasado los dos minutos para que el hombre arrancase y ahí estaba, a moco tendido. ¿no le han dicho que es peligroso quedarse dormido al volante? Psch...No sabía que hacer y llamarle a la puerta no era buena idea. ¡Hay que ver cómo se levantan algunos de sus sueños! No era buena idea arriesgarse. Esperaría lo que fuera suficiente por el pobre hombre. Y de repente, un móvil procedente del interior del bús hace las veces de despertador del conductor, quien a velocidad felina se estira, bosteza y le da al botón que abre la puerta. ¿Es posible hacerlo en un sólo tiempo? Sí, este hombre lo hizo. Lástima que yo fuera el único testigo. Realmente algo digno de ver.

La decisión de subirse en un vehículo cuyo conductor llevaba los ojos más cerrados que abiertos fue difícil. Recordar que el próximo bus tardaría unos veinte minutos si dejaba escapar éste me ayudó a decidirme. Sin más dilación, me monté.

 Y aquí estoy. Porque seamos sinceros: hoy es domingo.

¿Y es domingo para todos, verdad?

viernes, 11 de enero de 2013

La Visitante

¡CLACK, CLACK, CLICK, CLACK! No hago sino teclear. Pulso las teclas, escribiendo algo. Miro a la pantalla, a mis dedos y me paro por un momento. Vamos a esta fotooooo (CLICK). Reconozco a las personas que en ella salen. Sigo.

Entre el teclado y el monitor, tengo una ristra de papeles. Tickets y demás papeles sucios. ¡Uy, perdón! ¡Que no lo dije! Estoy currando. Sí, para variar. Y me alegro por ello. Después de las navidades, hoy es un día tranquilo. La gente ya no tiene dinero para gastar y es algo normal en pleno mes de enero. Pero a pesar de no estar haciendo la caja del día, no por ello vamos a estar carentes de clientes. Aunque bueno, esta vez no se trata de un cliente.
Yo prefiero llamarla: LA VISITANTE.

Sale tímidamente entre las hojas y el teclado. Del mismo teclado donde estoy TACATACATACA con las teclas. Os la describo, ¿vale? Delgada, ojazos. Cuerpo con curvas...Hmmmm, ¡os la estáis imaginando? Yummi, yummiiiiiii. Tiene unas piernas laaaargas, largas.

¡¡¡¡UNA ARAÑA!!!!!

¡Las odio! ¡No, no las odio! ¡Las tengo miedo! ¡Y ellas lo saben! ¿Si no por qué iban a aparecer así, de repente? Yaccsks...Soy aracnofóbico. Y estoy en terapia. No es broma, me dan miedo las arañas. En particular las pequeñas, de patas largas y delgadas y sobre todo, culonas. Las muy culonas.
La gente se ríe de mí cuando veo Spiderman. Ellos ven una película de aventuras. Yo sudo, me tapo los ojos y grito de miedo. Luego tengo pesadillas de Peter Parker deslizándose entre los rascacielos de New York. Realmente espeluznante.

Obviamente me llevo las manos al pecho, con salto para atrás incluído al ver al diminuto bicho. Sólo me falto gritar como una nena y creedme cuando os digo que sé hacerlo muuuuuuy bien. La miro, no quiero perderla de vista. Tengo que liquidarla, es algo inevitable, impulsivo. Soy amante de los animales, pero ésta tenía pinta chunga, ¡de veras! Se quedo desafiante, esperando. Lo veía en su mirada, en uno de sus 8 malditos ojos: "Aplástame si tienes webs" ( WEB = TELARAÑA en inglés) ¡¿VÉIS?! ¡ME ESTABA PROVOCANDO!
Cojí un papel, lo doblé para evitar que sus mini-dientes infernales pudieran penetrar en él y ¡CHOF!

Noooo: para nada valiente.
Aplasté y aparté la mano, volando el papel por efecto del aire y depositándose grácilmente en el suelo. Si alguien estaba viéndome por la entrada de mi tienda desde fuera, se pensaría que estaría bailando a base de espasmos. Los saltitos que daba para adelante (aplasto) y para atrás (me protejo) eran dignos de ver y grabar.

A continuación había que recuperar el cuerpo y para ello emplearía las pocas horas empleadas en ver la serie CSI. Necesitaba las herramientas apropiadas para ello: Primero: una regla...larga. A ser posible larga para evitar contacto e infección con el ser mutágeno. Y segundo: otra regla larga. Pero no tenía más. Así que usé una linterna...corta. Que asco el no tener una larga...
Me las ingenié para examinar con cuidado el papel. La pequeña asesina podría estar aún viva y saltar a mi mano si me descuidaba. Era un momento crítico. El examen del arma homicida (un papel doblado) no dio una resolución clara del caso. Tan sólo eso, un papel. ¿Y el cadaver? No apareció por ningún lado. Ni rastros de sangre arácnida ni restos en el suelo. Un  misterio.

Abandoné la estancia con cuatro ojos. La mitad que la arañita..me gana incluso en eso. Soy penoso. Mañana iré en guardia a trabajar. La venganza es un plato que se sirve frío y puede darme caza en cualquier momento.

Temo por mi vida.

Si alguien lee esto...

¿Puedo dar algo de mí?

Hoy volví a las clases después de un largo tiempo. Me costaba tanto levantarme...ducharme, secarme...¿y si me quedo en casa? No, gracias que superé de algún modo la pereza. Me levanté, me preparé y me fuí.
La niebla me dio ánimos para salir. Al igual que la lluvia, es un aliciente para un día con el ambiente perfecto que alcanza su máximo exponente si no se sale de casa. Pero hoy no caerá esa breva. No, hoy después de las clases toca trabajar. Bueno, todo no se puede tener, ¿o sí? No estoy seguro, la verdad es que esta pregunta me da un poco igual. Si de algo estoy seguro que sí se puede tener, es frío. Mucho frío en estos momentos con el aire quebrando tus huesos, el moquito por la nariz y el bus que tardará 10 minutos en aparecer.

Las clases se dan a buen ritmo. Mejor del que me esperaba. Pero no entraré en detalles en esta entrada. ¿Es insustancial? Eso creía en ese momento...

La primera en la frente, mientras estoy comiendo y viendo la televisión. Muchos habréis sabido por las noticias: George, un indigente de 50 años cuyo única solución para subsistir era vivir de la caridad y recoger comida de contenedores y basura, se encontró una cartera con 200 €. Él mismo se encargo de devolver la cartera a su dueña intacta, dejándole ésta como recompensa 20 €. Mendigo...un gesto honorable por parte de una persona que no tiene qué llevarse a la boca, ¿pero y si a esto le sumamos que al día siguiente le iban a desahuciar a su mujer y a él de su casa por deber 550 € de alquiler? Y se habla de justicia cuando políticos y banqueros roban cada día...George no paraba de repetir que no quería molestar, que sólo quería un trabajo.
Gracias a los medios de comunicación, este hombre y su mujer han podido salir al paso por el gesto de otro ciudadano que se ofreció a pagar la deuda. Un ciudadano cuyo gesto justificó como "desligado de las necesidades que uno mismo pueda estar pasando, puesto que a una persona como George, capaz de realizar un sacrificio sin igual, es justo ayudarlo". Me dio qué pensar.

¿Pensar en qué? El primer trayecto hacia mi trabajo, en metro, no está carente de personas que piden una ayuda. Día tras día veo uno detrás de otro y escucho sus historias. Casi juegas a averiguar quién dice la verdad y quién la mentira. Pero ello no me hace sacar el poco dinero que pueda tener y dárselo. ¿En qué nos hemos convertido? ¿En qué nos quieren convertir? ¿Quizás en qué nos han convertido? Lo que si está claro es que poco a poco muchos vamos perdiendo la poca humanidad que nos queda.

El trabajo. De camino a él, un sol lucha por hacerse paso a través de la niebla. Lo que queda de ella. Ya se ha cargado a casi su totalidad y los rayos cálidos la van ganando terreno poco a poco. Se agradece, hay que reconocerlo.
Voy un poco apurado, casi pierdo el bus pero con todo, llego al currele.

Los clientes van y vienen con sus historias. Después de la alegría de los Reyes y la querida "navidad, navidad,  dulce navidad..." me viene una clienta asidua. Ya la atendí varias veces en el pasado. No es de las más frecuentes, pero su cara la conozcó. Como clienta siempre ha sido amable, ha sabido esperar y pedir las cosas educadamente. Será una chica de mi edad, 25 o 26 años. Atractiva. Es rubia, de facciones suaves y piel clara. Pero hoy no. Hoy está distinta. Viste un gorro gris, pero no es lo más relevante. La encuentro paliducha y sus labios están secos. Se dirige a mí compañera y a mí, preguntándonos varias cosas. Normal, son preguntas normales. Nada distinto...Aunque sale. Todo acaba saliendo. La chica se sincera con nosotros sin tapujo alguno: estaba recibiendo quimioterapia. Me quedé helado. No supe que cara poner y a pesar de ello, puse una. La única pregunta que pude hacerme...que me hago ahora mismo escribiendo esto, era una pregunta egoísta: ¿Qué cara se supone que debería haber puesto en ese momento? Yo sólo recibí la noticia, pero mi vida no cambiaría nada. Ella lo estaba sufriendo y quién sabe cómo se presentó ante mí para preguntar cosas en mi trabajo. Fuera como fuese, lo hizo como si no le preocupase su estado. Como si no supiera que estaba librando una batalla peligrosa, como si no estuviera enferma. Eso también es admirable, ¿no?

Y yo hoy, me levanté pensando en la pereza que me daba abrir el grifo de la ducha y meterme dentro...

La vida no puede ser más injusta,  va dando tumbos y consigue derribar a unos: es una mierda. Y mucha suerte, la vida es mucha suerte...¿Pero qué podemos hacer? Podemos decidir qué hacer con lo que nos ha tocado. Unos eligen ser honrados y otros vivir luchando sin dejarse vencer por un miedo mayor que el de vivir.

Muchas veces tenemos miedo a los problemas que nos vienen. No sabemos muy bien cómo los afrontaremos o solucionaremos, pero sin embargo, esta gente lo consigue. Sale día a día y nunca parecen rendirse. Tenemos miedo a vivir. Pero estamos tan ocupados en nuestra "ocupada y problemática" vida que no nos paramos a pensar en ello.
Gente como ésta son todo un ejemplo a seguir, es lo que creo. Creo en ello. Pensaba en eso. Ayer recorría un bucle en mi cabeza sin salida auxiliar. Me sucedió el día pasado y aún hoy, de madrugada, lo sigo pensando. Por escribir esto a estas horas me quedo más tranquilo, sé que queda algo más que la persona fría que se queda escuchando los discursos de los que piden en el metro o de los que pasan sin mirar a los pobres en las calles. Pero no es suficiente. Realmente no es nada si lo comparamos a los logros de ellos. Sé que hay algo más en mí que pueda dar y que no puedo parar de buscar hasta encontrarlo.