miércoles, 21 de noviembre de 2012

El apagón eléctrico


Estaba teniendo yo un despertar mañanero tranquilo en casa cuando mi mano izquierda, compartiendo mi sopa madrugadora , busca torpemente el interruptor de la bombilla de la mesilla:

 *Click, click, click*
"Se habrá fundido. Voy a levantarme"
Así hago, comprobando inútilmente que la luz del pasillo, baño y cocina se unen a esta huelga delictiva...pero el general está intacto."Hmmm, this's suspicious...".
Mi pensamiento retarded de repente recuerda que nos iban a cortar la luz por mejoras en la instalación del edificio. Mola...
Me dispongo a salir hacia mi destino para recordar que vivir en un octavo a veces no es una ventaja. Comienzo a bajar las escaleras peldaño a peldaño...peldaño a peldaño...y ninguno se queda sin un recuerdo a la -CENSURADO- madre del -CENSURADO- electricista que decidió cortar la luz...

Todo esto comenzó y terminó a las 6:30. ¿Sería todo?


Tras el apagón de la mañana, se tenía previsto otro de 16:00 a 19:00 horas. Un apagón que nunca llegó…¿o sí?



*          *          *

Tras llegar de “estudiar” y a pesar de la temprana proximidad a la hora prefijada, esto es, las 16:00 horas, me decidí a subir en ascensor, poniendo en un gran peligro mi vida a riesgo de quedarme atascado entre plantas. No, por favor, basta…No elogiéis todos a la vez. Llamadme valiente, porque lo soy: de pequeño me daban miedo los ascensores y la idea de quedarse dentro, parado, me daba auténtico terror.

Comí e inmediatamente salí a por unas calvas a una tienda de broma. Sí, calvas, de ésas que se ponen en la cabeza para simular calvicie. Cada uno tiene sus gustos, ése debe ser el mío. Superficiales…
Ya dada la hora y debido a que no habían cortado la luz, esta vez sí que bajé las escaleras pasito a pasito por si acaso. Que decir que el trayecto hasta la tienda fue corto y debido a que no tengo una barba frondosa, también compré barbas postizas de pirata para mi colección personal.

Con todo volví al hogar para fomentar los endebles músculos de mis piernas huesudas y en plena ascensión comprendí que vivir en un octavo no da para muchos amigos. La gente no sale como en los maratones que vemos en televisión  a darte una palmada, ni una botella de agua pese a que tu lengua se sale de tu boca pidiendo un tiempo muerto. No…aquí no hay aplausos ni ánimos. ¡¡Ni siquiera un abucheo!! Sólo tú y tu enemiga: LA ESCALERA.
Pero ya era la tercera vez que subía en lo que iba de día. Estaba preparado para el reto, así que sólo por curiosidad, me puse a contar los peldaños…No debí hacerlo, craso error.
Si alguna vez pensáis hacer esto acordaros de la ley: “La escalera sangrante”.
 Dicha ley establece lo siguiente:

 “La sangre bombeada directamente a los gemelos de las piernas es directa e inmediatamente igual en valor a la que pierde tu cerebro por escalera subida”.


Esto es, que a piso subido, mi sangre no sabía repartirse correctamente entre el riego a mi cerebro para mantenerme consciente por el esfuerzo o dirigirla a los gemelos de mis piernas para que continuase subiendo.

Llegué al octavo. Casi con muerte cerebral por falta de riego, de oxígeno y de esperanza. No haré más apreciaciones al respecto.

Pero no acabó hay. La luz seguía encendida al llegar a mi casa y tenía una pequeña cita a la que ir. Mi siguiente episodio estaba a punto de desarrollarse.


*          *          *


Una hora y pico después me dispuse a salir, pero calculé mal. Lo primero mirar al reloj:

“Son las 18:05 y he quedado a las 18:15. Siguen sin cortar la luz…si bajo por las escaleras, mi amigo Murphy se ocupará de que corten la luz y me quede atascado, pataleando y lloriqueando  avisando a gritos a los vecinos. El botón del timbre se joderá, seguro…Así que…Hmmmm…¡Mejor bajo andando!

¿ANDANDO? ¡¡RODANDO!! Las horas que eran ya y 8 pisos de escaleras no eran compatibles a la velocidad que las bajaba. Cuando salí del portal, otra carrera camino al metro sin parar. ¡Arriba esos 25 años! El metro puntual y un destino a sólo 2 paradas de mi punto de captura metril ayudaron a ser puntuales. Mi corazón empezaba a mostrar sus primeros síntomas de arritmia.

De vuelta, una vez en casa, todo me la pelaba. Subí en ascensor. Ya eran las 19:00, ¿no iban a cortar el suministro a esas horas cuando el sol ya está de cañas en un bareto, no?
Pues lo dicho, me dispongo a estudiar como un buen chico responsable. Las 19:10 y….¡¡SORPRESA!! Sí, lo sabéis. Se ve que los electricistas tiene una concepción de “parón para el bocadillo” bastante más amplio que los demás. Con las ganas que uno tenía de empollar y se lo impiden. ¡Mala gente!

“En fin, vamos a la papelería. Con el tiempo libre que le están imponiendo a uno, dan ganas de comprar cartulinas grandes y hacer papiroflexia…¡¡Pájaros!! ¡Pájaros de papel! ¡Uno gigante, monstruoso!”

Vuelvo a bajar las escaleras con mi madre como compañera de armas. Con la luz a oscuras. Ella delante por supuesto, para que avise si hay obstáculos en el camino. En mi defensa, destacar que la linterna la llevaba yo intentando iluminar las escaleras por delante suyo en la medida de lo posible. En el portal, nuestros caminos se separan:


- ¡Adiós hijo!
- ¡ Adiós mamá! Snif, snif.
- ¡No llores Marco, sé fuerte!
- No te vayas mamá, no te vayas de aquí. Adiós mamáááááááá, pensaremos en tiiiii. Espera, un momento. No me llamo Marco, mamá. Me llamo…
- Eres adoptado.
  O_o
– Peroooooo….¿Mamá?


*          *          *


Fui a la papelería, compré la cartulina, casi me cargo el escaparate de la dependienta y huyo de nuevo a casa. Sacando las llaves hacia el portal, recuerdo que soy adoptado y que mi madre me dejó para ir a hacer sus cosas. “Vuelta p´arriba. ¡Ánimo piernas!” El edificio seguía tal como lo dejé, en una acojonadora oscuridad.

En una mano la cartulina, con la otra el móvil con una luz de mierda a modo de linterna. La gente que bajaba de otros pisos no lo hacían con linternas. El tamaño SÍ que importa. Ellos lo saben. Si no, ¿cómo explicar esas linternas tamaño XXXLL quemarretinas que llevaban?
Medio ciego, una vecina viejecita me para en el tercer piso para protestar sobre el apagón. Hablando con ella, la avisó que había un cartel en el tablón de abajo, en el portal, avisando del apagón. Pone cara de: “What the Fuck!?” y tras una huída disimulada, prosigo con mi escalada.

El móvil pita indicando una batería en proceso de muerte. Ruidos extraños se acontecen, ojos acechando en la oscuridad, los reporteros de REC salen corriendo entre gritos y lo peor de todo: un olor a pintura que te cagas. ¿No lo había dicho? Sí, porque ésa era otra. Llevan pintando unos dos días las paredes de los corredores del edificio.
Repasemos:

Oscuridad + Pintura atravesándote las fosas nasales + no tocar barandillas pringosas + Móvil chillando “Help me! I´m gonna die!” = Ponerse a llorar en 3, 2, 1…


*          *          *


Llego al octavo y a mi hogar, oh dulce hogar.

Comienzo la evaluación. Tengo que escribir todo lo acontecido esta tarde ya, tengo mono. Pero no veo una mierda, siguen sin dar la luz del edificio. Buscando fuentes de luz alternativas:

 ¿Móvil? Imposible, se apagó. Estoy de momento a oscuras, palpando los cajones en busca de algo. Encuentro una lamparita pequeña, circular. Al menos eso parece al tacto, ya que no veía ni guarra. Se agarra fácilmente con una sola mano y es ligera. La pongo sobre la mesa y la enciendo…No tiene pilas. Voy al mando de la Wii, saco las suyas, busco  de nuevo la lamparita y por error meto los dedos en un cenicero lleno de colillas: “¡Ouuuuuu yeah!” (Nota mental: Próximos ceniceros a comprar, que sean rectangulares o cuadrados). Localizo correctamente la lámpara, ahora sí. Las pilas son demasiado grandes. Busco un reloj en mi cuarto y lo violo por detrás (le quito la tapa del compartimento de las pilas, mal pensados…). Me ayudo de sus baterías y finalmente consigo encender la dichosa lámpara.


 


Y aquí estoy, escribiendo en soledad. Con mi mano derecha escribo un boceto en un folio en lo que antes era el borrador de un Word. En la mano izquierda, sujeto la frágil lamparita. La miro y la sonrío. Ella no me falla. Un reloj se sacrificó para que ella pudiera iluminar. Tiene una misión dura y lo sabe. No piensa faltar al sacrificio de su compañero del tiempo.
Solos la lamparita y yo. Solos. De mis ojos nacen pequeñas lágrimas que recorren mis mejillas, haciendo puenting al llegar al borde de mi mentón. ¿Cómo ha podido ocurrir todo esto? ¿Llegar a este estado?

Como conclusión final, un pequeño cálculo que os invito a hacer conmigo:

PISO DESTINO: OCTAVO.
PELDAÑOS POR PISO: 14.
NÚMERO DE VECES QUE SE USARON LAS ESCALERAS: 6.

14 PELDAÑOS X 8 PISOS = 112 PELDAÑOS.
112 PELDAÑOS X 6 SUBIDAS/BAJADAS = 672 PELDAÑOS.


672

¡Ése es el número total de peldañitos de los flsgsdlifghsdñotghs en un día subidos en mi edificio.

Y ahora, si me perdonáis, voy a encender la luz que parece que ha vuelto en la calle…probaremos suerte.

Esta noche al dormir no contaré ovejitas. Contaré peldaños, que de ésos, tengo para aburrir.
 

domingo, 18 de noviembre de 2012

El día y la madrugada

Es difícil escribir ahora.
Hace mucho tiempo de la última vez . Pero saldrá algo bonito, al menos para mí. Algo verdadero.

Me duele al escribir: cada choque de la yema de mis dedos me recuerda que no se debe apurar tanto las cosas, que no se debe esperar tanto , que no se deben desaprovechar algunas oportunidades.

El día de hoy sigue. Empezó ayer. Y aunque el reloj sigue dando vueltas, con unas manijas que no se sabe muy bien a qué juegan y aún más allá, si de verdad es un juego. Si se persiguen la una a la otra porque alguien las puso allí, sin explicarles nada. Si cada vez que el minuto alcanza a la hora , le toca “parar” a ésta. Irónico, pues nunca lo hacen. Siguen su misteriosa carrera una detrás de la otra, una vez más cerca, otra vez más lejos. La hora es lenta, pero no se rinde…a pesar de que los minutos le pasan dando collejas una y otra vez. Luchadora, eso hay que reconocérselo.

El tiempo recuerda que el día de hoy sigue. Que empezó ayer y sigue, desde hace dos horas, en una madrugada infumable. Antes de continuar tengo que ir al baño y mear, lo siento. Tengo que ir al baño y orinar todo lo que no pude digerir, para seguir masticando. Haciendo la digestión en las palabras que aquí escribo.

Suena de fondo una canción que nunca mostré, que conocía desde hace tiempo. A modo de inspiración hasta el final del escrito.Una canción emotiva que hace seguir despierto y levantarse al grito de: “¡¡Hora de levantarse, holgazanes!!”. A los que estaban escondidos. Esos que no querían salir…no. Que tenían miedo de hacerlo. De volver a enfrentarse cara a cara con su creador, con viejos fantasmas.

Así, esta mañana dolió. Hacía mucho que no era así y costó salir de casa a pesar del paisaje mojado. De una lluvia que se encargó de pintarlo todo, de decorarlo para salir con energía y fuerza. Y casi fue así: salimos de la casa pero no para otra cosa que para correr y ocultarse, huyendo bajo tierra, desoyendo el “plic, plic” de cada gota de lluvia que pudiera golpear la piel. Y abajo no se consiguió refugio, todo lo contrario.

De entrada el tiempo vuelve a golpear, yendo para atrás sin avanzar, a la vez que tú sabes que llegas tarde a la cita. Una cita  que no saldrá bien.

En el día de hoy que sigue. Empezó ayer y sigue mientras escribo.

Una gran sonrisa amable consiguió despertar la carcajada de cierta persona. Eso siempre es una buena señal. La interacción con los semejantes o también con los diferentes a nosotros.

En el día de hoy que sigue vi dolor, alegría, tristeza…Unas lágrimas inocentes que ni siquiera sabían por qué se derramaban. También vi otras lágrimas totalmente dispares. Más duras, que herían profundamente desgarrando la carne por la que se precipitaban . Gotas que deshicieron sin esfuerzo alguno los finos trozos de papel que intentaron maquillarlo. Como si no hubiera pasado nada.

Volví a oír risas y a ver una sonrisa que se echaba de menos. Más de una, a decir verdad. Puede que sea tanto lo que tengas y que no sepas realmente lo que quieres. Seguramente no quieras nada o lo que hayas elegido y cogido entre tus manos se te vaya a arrancar en un segundo…Aún por fuerte que lo sostengas, aunque lo protejas con tu vida. ¿O con algo más fuerte que la vida?  ¿Acaso existe tal cosa?

Sí: con un ideal, con una idea…Es fácil de ocultar que esa idea se está rompiendo. Me niego a pensar que ya lo esté. Por la negación a tal cosa  se sigue luchando. A veces no se sabe la razón por la cual uno sigue adelante y sólo así lo hacemos, siguiendo. Sin pararnos a pensar. Esperando que dé un fruto y casi siempre pocho. Todo porque no queremos recordar el gusto que sentimos en nuestras bocas cuando todo iba bien. Sí, también cuando no iba del todo mal. Pero damos de lado todo esto siempre y sólo daremos vueltas a las desgracias que nos acontecen.
Vuelvo. Porque en el día de hoy, que sigue, estreché una mano. Más que eso: estreché sinceridad. Fuerza. Energía.

Visitando y buscando sin llegar a encontrar ese algo. Dar media vuelta por no echarle huevos a la situación. Por no atreverse a sostener la mirada, a hablar con los ojos o con un gesto. Renunciar a todo ello y volver con esa sensación de derrota.

Es una mezcla de todo que se hace difícil de separar. Se pegan entre ellos. No tortas, sino pegamento. Concienzudamente en sus esquinas y recovecos. Los párpados están unidos también entre sí y separarlos sólo será posible con la ayuda de las manos de otros ojos que sean capaces de ver.
Y te revelan a ti: unos ojos claros azules que hipnotizan sin saberlo. Que no dejan consuelo alguno y que sólo consiguen que balbuces y hables sin sentido alguno. Te recuerdan poniéndote un reloj de muñeca que todo lo que no dijiste tendrás que expresarlo en los dos minutos antes de entrar en la sala. Si te centras en el "tic, tac"del reloj la cagarás. Y efectivamente, así lo haces. Terminarás pasando por la puerta como cualquier vez pasada y te camuflarás haciéndote invisible y sabiendo que ya, a las 9:00 de la mañana, perdiste el día entero. Pero si buscas dentro de los 120 segundos previos a esas 9:00 horas, sabrás que no fue así. Que el diálogo con ella, por escueto, absurdo o ridículo que fuera, bien mereció la pena para ambos.

El día de hoy, que sigue y va terminando.

Dije dolor, alegría, pena. ¡Ah, sí!: Las cosas malas. Parecen acunar los minutos de hoy para extenderse en la madrugada de mañana. Violarán al sueño dejando una pesadilla en su retina. Para que le cueste despertarse, para que levantarse le sea tan difícil como para mi dormir hoy.

La música de ese hombre que no conociste y que te hubiera gustado tanto. Mírale como toca y como lo vive, como lo siente. Es otro de los ya muchos errores que tocan añadir a una larga lista que parece no terminar. Y que a pesar de ello, de que todo es en ocasiones una gran y olorosa mierda, vale la pena vivir y experimentar. Hablar por algo y creerlo. O tal vez no creer en nada. Cualquier cosa que te sirva para ser feliz, me hará feliz a mí también.

Saber que sigues ahí, ésa es la mía. Que después de que ese hombre termine de tocar su guitarra, con un acorde seco como final, una marabunta de aplausos se lo comerán vivo.

Por tu éxito es por lo que esta persona hoy se levantó a vivir un día más.