viernes, 11 de enero de 2013

¿Puedo dar algo de mí?

Hoy volví a las clases después de un largo tiempo. Me costaba tanto levantarme...ducharme, secarme...¿y si me quedo en casa? No, gracias que superé de algún modo la pereza. Me levanté, me preparé y me fuí.
La niebla me dio ánimos para salir. Al igual que la lluvia, es un aliciente para un día con el ambiente perfecto que alcanza su máximo exponente si no se sale de casa. Pero hoy no caerá esa breva. No, hoy después de las clases toca trabajar. Bueno, todo no se puede tener, ¿o sí? No estoy seguro, la verdad es que esta pregunta me da un poco igual. Si de algo estoy seguro que sí se puede tener, es frío. Mucho frío en estos momentos con el aire quebrando tus huesos, el moquito por la nariz y el bus que tardará 10 minutos en aparecer.

Las clases se dan a buen ritmo. Mejor del que me esperaba. Pero no entraré en detalles en esta entrada. ¿Es insustancial? Eso creía en ese momento...

La primera en la frente, mientras estoy comiendo y viendo la televisión. Muchos habréis sabido por las noticias: George, un indigente de 50 años cuyo única solución para subsistir era vivir de la caridad y recoger comida de contenedores y basura, se encontró una cartera con 200 €. Él mismo se encargo de devolver la cartera a su dueña intacta, dejándole ésta como recompensa 20 €. Mendigo...un gesto honorable por parte de una persona que no tiene qué llevarse a la boca, ¿pero y si a esto le sumamos que al día siguiente le iban a desahuciar a su mujer y a él de su casa por deber 550 € de alquiler? Y se habla de justicia cuando políticos y banqueros roban cada día...George no paraba de repetir que no quería molestar, que sólo quería un trabajo.
Gracias a los medios de comunicación, este hombre y su mujer han podido salir al paso por el gesto de otro ciudadano que se ofreció a pagar la deuda. Un ciudadano cuyo gesto justificó como "desligado de las necesidades que uno mismo pueda estar pasando, puesto que a una persona como George, capaz de realizar un sacrificio sin igual, es justo ayudarlo". Me dio qué pensar.

¿Pensar en qué? El primer trayecto hacia mi trabajo, en metro, no está carente de personas que piden una ayuda. Día tras día veo uno detrás de otro y escucho sus historias. Casi juegas a averiguar quién dice la verdad y quién la mentira. Pero ello no me hace sacar el poco dinero que pueda tener y dárselo. ¿En qué nos hemos convertido? ¿En qué nos quieren convertir? ¿Quizás en qué nos han convertido? Lo que si está claro es que poco a poco muchos vamos perdiendo la poca humanidad que nos queda.

El trabajo. De camino a él, un sol lucha por hacerse paso a través de la niebla. Lo que queda de ella. Ya se ha cargado a casi su totalidad y los rayos cálidos la van ganando terreno poco a poco. Se agradece, hay que reconocerlo.
Voy un poco apurado, casi pierdo el bus pero con todo, llego al currele.

Los clientes van y vienen con sus historias. Después de la alegría de los Reyes y la querida "navidad, navidad,  dulce navidad..." me viene una clienta asidua. Ya la atendí varias veces en el pasado. No es de las más frecuentes, pero su cara la conozcó. Como clienta siempre ha sido amable, ha sabido esperar y pedir las cosas educadamente. Será una chica de mi edad, 25 o 26 años. Atractiva. Es rubia, de facciones suaves y piel clara. Pero hoy no. Hoy está distinta. Viste un gorro gris, pero no es lo más relevante. La encuentro paliducha y sus labios están secos. Se dirige a mí compañera y a mí, preguntándonos varias cosas. Normal, son preguntas normales. Nada distinto...Aunque sale. Todo acaba saliendo. La chica se sincera con nosotros sin tapujo alguno: estaba recibiendo quimioterapia. Me quedé helado. No supe que cara poner y a pesar de ello, puse una. La única pregunta que pude hacerme...que me hago ahora mismo escribiendo esto, era una pregunta egoísta: ¿Qué cara se supone que debería haber puesto en ese momento? Yo sólo recibí la noticia, pero mi vida no cambiaría nada. Ella lo estaba sufriendo y quién sabe cómo se presentó ante mí para preguntar cosas en mi trabajo. Fuera como fuese, lo hizo como si no le preocupase su estado. Como si no supiera que estaba librando una batalla peligrosa, como si no estuviera enferma. Eso también es admirable, ¿no?

Y yo hoy, me levanté pensando en la pereza que me daba abrir el grifo de la ducha y meterme dentro...

La vida no puede ser más injusta,  va dando tumbos y consigue derribar a unos: es una mierda. Y mucha suerte, la vida es mucha suerte...¿Pero qué podemos hacer? Podemos decidir qué hacer con lo que nos ha tocado. Unos eligen ser honrados y otros vivir luchando sin dejarse vencer por un miedo mayor que el de vivir.

Muchas veces tenemos miedo a los problemas que nos vienen. No sabemos muy bien cómo los afrontaremos o solucionaremos, pero sin embargo, esta gente lo consigue. Sale día a día y nunca parecen rendirse. Tenemos miedo a vivir. Pero estamos tan ocupados en nuestra "ocupada y problemática" vida que no nos paramos a pensar en ello.
Gente como ésta son todo un ejemplo a seguir, es lo que creo. Creo en ello. Pensaba en eso. Ayer recorría un bucle en mi cabeza sin salida auxiliar. Me sucedió el día pasado y aún hoy, de madrugada, lo sigo pensando. Por escribir esto a estas horas me quedo más tranquilo, sé que queda algo más que la persona fría que se queda escuchando los discursos de los que piden en el metro o de los que pasan sin mirar a los pobres en las calles. Pero no es suficiente. Realmente no es nada si lo comparamos a los logros de ellos. Sé que hay algo más en mí que pueda dar y que no puedo parar de buscar hasta encontrarlo.

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