Como el día y la noche.
Viajo en el metro arrítmicamente con su pequeno traqueteo. Delante mío tengo una sucesión de tres asientos en los cuales están sentadas dos chicas.
Una de ellas de estilo punky. Rubia. El flequillo le cae hacia el lado izquierdo de la cara. Mientras, un rapado a ambos lados de su cabeza, de hace tiempo a juzgar por lo crecido que está, quizás de algunos meses, terminan de darla su aspecto tan llamativo. Sus orejas se pueden diferenciar sin problema. Ningun retazo de pelo rebelde ni mechón juega a ocultarlas. Escucha música a un volumen que ya hoy día no se conoce aunque lleves cascos, pues sólo ella puede apreciarlo. Al menos es una persona que no se quedará sorda en un futuro próximo.
Viste una cazadora negra de cuero y pantalones ajustados de color gris, desvestidos por un pequeño roto y por tintes oscuros. Descansa sobre unas zapatillas sin marca aparente con las que va marcando el ritmo de la música. Entre sus piernas una mochila. No sé si le gustará lo que escucha...su cara de enfado hace difícil saber lo que piensa. Su entrecejo no puede estar más fruncido y tenso. No lo relaja en ningún momento. Parece como si quisiera proteger sus ojos azules. Son claros y bastante bonitos. Me pregunto por qué ese gesto triste. Sigo observándola: entre tiempos, saca su móvil y teclea algo. No parece estar teniendo una conversación, más bien eligiendo una canción o algo parecido. Pero sigue enfadada.
La puesta en escena de la otra chica es bien diferente. Aparentemente más pija y no, no está mosqueada. Lleva el pelo recogido en una coleta. Castaña y en contraposición, de unos ojos oscuros que se camuflan detrás de unas gafas de pasta negra. Me gusta como le quedan. Lleva los labios pintados de rosa...nunca me gustó el rosa, pero a pesar de ello no me disgusta el toque que le da. Junto con un lunar en su pómulo izquierdo que la dota de un aspecto inocente.
Su mano derecha desnuda. La izquierda, protegida con un guante negro. Con ésta última sostiene una bolsa con restos de lo que pudo ser una palmera de chocolate. Como de un niño rebañando un yogur, apura lo que queda y con la mano derecha, se mete con dificultad a la boca las migajas que se apelotonan en las esquinas de la bolsa. A esta horas de la mañana, se hace lo posible por desayunar.
Un abrigo oscuro y unos pantalones vaqueros azul marino. Su vestuario lo termina con unas botas oscuras. Cuando cree haber terminado con su palmera, arruga la bolsa en una pelota y segura de que ningún trozo del desconocido bollo escapará de ahí, se limpia por encima el pantalón dando pequeñas palmadas.
Parece que su parada se acerca y se prepara con rapidez. Mira el móvil y se levanta hacia la puerta. Es en ese movimiento cuando se le cae el guante que no llevaba puesto. No tengo ningunas ganas de hablar pero me levanto, lo recojo del suelo y se lo doy.
Ella se gira y lo toma, ofreciendo en ello una sonrisa y un "gracias". Yo respondo igualmente con otra sonrisa. Me vuelvo a sentar y ella se va.
Sigo mi camino. La chica rubia será más atenta. Se levantará y mirará atrás. Viendo que no se deja nada, marcha hacia la puerta para seguir su camino aún con el ceño ofuscado.
¿Por qué estaba tan seria?
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