- ¿Qué, hijo?
- ¿Sabes qué, mamá? Ya sé lo que quiero ser de mayor.
- ¿Y qué quieres ser de mayor, hijo?
- De mayor mamá, quiero ser fotógrafo.
Es mentira. Eso no fue así.
De pequeño quería ser bombero. En mi colegio y alguno más, tenían por costumbre organizar una excursión a los bomberos. Creo que fue con 7 años. Los edificios rojos, el camión de bomberos cada cual más grande que el anterior, las máscaras contra el humo...ese compañero de colegio que todos teníamos en nuestra clase, el rarito: el más desviado en todos los sentidos de la realidad, sólo miraba las hachas con una ojos desorbitados y sólo podías preguntarte qué pasaba por su cabeza en esos momentos. También estaban las bombonas de oxígeno. Aún recuerdo como el bombero que guiaba la excursión nos animó a ponérnosla: la más valiente fue una compañera etiopiana que gracias a su complexión y altura pudo sostenerla en su espalda no sin la ayuda del bombero.
Los bomberos molaban: eran fuertes, simpáticos. Nada les hacia daño, ¡rescataban gatitos de los árboles! La sirena de bomberos sonó durante la visita y vimos como salían preparándose a toda prisa. ¡Bajaban por la barra de bomberos mientras alzabamos la mirada hacia arriba con la boca abierta! ¡¿Quién no quiere hacer eso durante la excursión?! ¡¿Quién?!
19 años después, llevo a todos lados esa máquina. Una cámara réflex de plástico. Plástico... y no por ello le quita peso. No hay más presupuesto para comprar una mejor. Quito el objetivo y pongo otro. Digo que sonrías, que cambies de postura y disparo: ¡CLICK! Me tiro al suelo y busco más a tu derecha...¡eso es! Quieta un momento...¡CLICK! Tengo hasta una tarjeta de presentación. En un momento de la sesión fotográfica, te relajas y te sientas a descansar. Es cuando ese niño pequeño se mezcla con el grande.
Los niños ven todo desde abajo, abrumados en un mundo de gigantes. Los árboles casi tocan el cielo, las personas me sacan más de una cabeza y desde mi altura, alzo las manos con la cámara y miro a través de lo que mis ojos me permiten: abro diafragma porque me gusta jugar con la poca profundidad de campo. Vuelvo a tirarme al suelo, mi gran amigo y aislo a una hoja caída de un árbol, que se agrieta y que se arruga, que se muere y se marchita. Al tocar uno de sus extremos se me deshace en la mano y la retiro, asustado de despedazarla. La dejo vivir en el suelo y enfoco. Sólo ella está nítida, sus compañeras son un cúmulo de puntos borrosos alrededor suya rodeándola en círculo. Es el reflejo de la realidad: hoy entiendo un poquito más...de cómo comunicar ese sentimiento. ¡CLICK! ¡CLICK! No me preocupo por tener que cargar un nuevo carrete: la tarjeta me avisa de que aún me quedan 227 fotos más. ¿No creo que los gaste en una hoja?
¡Mira el sol! ¡Me quedaré ciego por un momento! Los contraluces también me gustan pese a perder dioptrías por mirar directamente a esa luz brillante del cielo aniquila-visiones. ¡CLICK! Otra toma más para el bolsillo. "¡YA!"...la modelo me grita desde lejos para avisarme que ya está descansada, que podemos continuar con la sesión. No recuerdo haberme alejado tanto de ella...Volvamos al trabajo...
Puedo salvar los recuerdos de los demás. ¿Por qué no los míos? ¿Qué falla? Camino por la vida a tumbos, cojeando. Ahora es cuando me pongo a reflexionar: me doy cuenta de que no he podido salvar los recuerdos más que en mi cabeza...y ahí, poco a poco se desdibujan. Cada vez son más vagos. Me refiero a aquello que deseo guardar conmigo en un álbum de fotos: lo verdaderamente miportante. Por eso no soy fotógrafo. aún no puedo llamarme así y espero no poder hacerlo nunca. Odio esa palabra: FOTÓGRAFO.
"¿Eres fotógrafo? ¿Haces fotos?"
No. No he aprendido a mirar a través del objetivo y todo son errores. En momentos como éste, me doy cuenta de que un profesional sí se habría dado cuenta de otras cosas. Las hubiera visto venir: yo, no.
Lo que estudio, aquello por lo que me formo, no sirvió para nada. Únicamente tenía que disparar el botón una vez más y colgar una foto en el corcho de la habitación. Pero no lo hice.
Los bomberos salvan vidas...yo no salvé nada. Quizá esté preparado para la próxima vez.
- ¡Mamá, mamá!
- ¿Qué, hijo?
- ¿Todos los perros van al cielo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario