miércoles, 26 de mayo de 2010

Lluvia en soledad



Me gusta la lluvia. Me supone evadirme del mundo exterior. Cuando quiero pensar, a veces porque estás "rayado" con la vida...con alguien, o sencillamente por estar mirando al vacío sin más.

Cuando era niño solía hacerlo con más frecuencia. Quizás lo disfrutaba más por la inocencia. Al fin y al cabo, de pequeños no tenemos responsabilidad alguna. Actualmente, mirar a la ventana cuando llueve me provoca la sensación de estar perdiendo el tiempo, cuando es todo lo contrario. Por ello, el momento que más disfruto de la caída de las gotas de agua es cuando duermo.
Es casi el mejor momento: relajado, tumbado...

Es curioso, pero cuanto más pequeño sea el sitio desde donde oigo caer la lluvia o desde lo contemplo, más agusto me encuentro.
Al mirar hacia el cielo veo nubes teñidas de azul oscuro, esperando el momento de mayor despiste de los peatones para descargar el agua que soportan. ¡Ahí está! ¡Ahora!
A veces tímidamente: plic plic...las primeras gotas van cayendo. A veces fugaces, tan rápidas que al socorrernos bajo una terracita de la calle, la misma que creemos que nos salvará de llegar empapados a casa, demuestra lo equivocados que estamos. Endiabladamente veloces, nos calaron en nuestra totalidad.

Los truenos ya son otro cantar. Inspiran respeto. Primero "la culebra"...una lucecita que cuanto más grande se dibuja encima de nuestras cabezas, más hace que encojamos los hombros como las tortugas, diciéndonos: "Éste sí que va a sonar gordo".
Y así es. Suena fuerte. Algún viandante se queda parado, congelado con mirada atónita. Tranquilo, sigues vivo.
Otros continúan su vida haciéndose los valientes. Quizás no lo oyeron.
De cualquier forma, para unos o para otros, el rayo siempre impone autoridad con su luz.

Los semáforos y sus dibujitos rojos, amarillos o verdes se transforman al llover. Los que llevamos gafas sabemos qué es. Lo que antes era nítido, ahora empieza a verse borroso. Y claro está, que a más tiempo, más se mojan los cristales. Al final ya no sé si salí de casa con o sin gafas.
Solución: Parabrisas. Los más "finos" se decantarán por lentillas.
En mi caso, acabo viendo multitud de luces sin contorno y formas sin definir que me lleva a preguntarme qué fue lo que mamá me echó en la comida.

A menudo asociamos este evento natural con situaciones tristes o colores grises y apagados. Es verdad que el sol toma un descanso cediendo el paso a su amiga la nube, pero nada más.
Las lágrimas de los ojos y las gotas que estas nubes desprenden son casi gemelas. Únicamente en apariencia.
Creemos que cuando llueve en un sitio es motivo de que una persona llora en otro. No es así. La lluvia no tiene por que quitar la sonrisa de nuestras caras, no todas las lágrimas son amargas.


Admiro a las pequeñas partículas diminutas que saltan a tantos metros del suelo. Son las gotas de lluvia.
Las verdaderas protagonistas. No como conjunto, me refiero A CADA UNA de ellas. Saltan a la desesperada, sin paracaidas. No sé en todos estos años la razón por la que lo hacen. ¿Por qué ese comportamiento suicida? Las más listas llegan a los árboles, pero no lejos de cumplir con su tarea, se deslizarán por las hojas para continuar con su descenso fatal.
Algunas afortunadas llegan a las ventanas. De ahí, las ves descender lentamente hacia la parte inferior de las mismas. Llegan al borde y desaparecen.

Las admiro de verdad.
Son ellas las que, unidas, forman todo un paisaje que dejan volar mi imaginación al mirar tras una ventana.

2 comentarios:

  1. Lo inimaginable se hace posible, lo irreal se hace real, as tocado las ascuas de lo eterno y cogido un pedazo de su magnificiencia. "Es casi el mejor momento: relajado, tumbado...empalmado". Húmedo y mojado yo también me siento, pero solo cuando te leo

    Con cariño tu acosador personal

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  2. Nota personal de recuerdo: Evitar en los próximos escritos las palabras "relajado" y "tumbado" ya que provocan al usuario Kurtar sentimientos totalmente opuestos a mi persona.

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