Gracias por los momentos compartidos. Y también por aquellos en los que discutimos, aunque sólo recuerde uno.
Por cada sonrisa y por cada carcajada.
Por cada abrazo a tu cintura mientras no parabas de reír, por cada momento que te tomabas de silencio que parecían que no querían terminar, para volver a reír.
Por tus bufandas de colores, interminables. Si alguién podía llevar el apodo de hippy por su camuflaje, ésa eras tú sin duda.
Gracias por el teléfono. Por las charlas interminables al otro lado del altavoz. Como dos niños con yogures atados a una cuerda, hablando y escuchando, hablando y escuchando. Una hora tras otra...¡Y que tan rápido pasaba! Y gratis por supuesto...Caro habría sido si no lo hubieramos hecho así.
Gracias por los coffes. Tú me los enseñaste. Sillones cómodos en los que hablar de bicis que se cambian por casas. ¿Por casas que se pueden cambiar por bicis? ¿Por mayores cambiados por minucias? La locura de una persona que nos hacía sentir mejor.
Agradecido por el idioma que hablabas. Por ese español rotundo y fuerte, por un francés fácil de entender por todos. Hacías que sonase bien.
¿Pensabas que me iba a olvidar de ello? La música. Quizá la segunda cosa que más nos unió.
La música y la guitarra.
Enamorado de tu estilo y cautivo por tu voz. Tus letras y el sentimiento con el que cantabas. Insuperable para mí, llegaste alto. Muy alto...Eso fue superación.
Con tu iniciativa conseguiste tantas cosas, lo hiciste. Imbatible en la cima.
Gracias por los acordes a dúo, por las enseñanzas. Gracias por esa guitarra roja. ¡Qué pasión! ¡ Y por su sonido! Por recordarme lo que era tocar para alguien, ayudar a la adrenalina subir hasta la punta de los dedos, al acariciar cada cuerda, a ver cada sonido, a saborear la canción.
Por cada persona que nos aconteció y por los "enhorabuena" y "bien, muy bien".
Por el estado tembloroso tras cada actuación, como un mendigo que pide en una estación. Inseguro y bailando con su limosna, poniendo más atención a que no se le caiga de las manos por los espasmos descontrolados, inconsciente de lo agraciado que fue al decir "gracias, señor".
Gracias por tus escritos.
Todos llenos de vida, emoción, miedo, erotismo. No hubo nada que no pudieras describir y de la manera en que lo hacías. Tú manera.
Sigo buscando una manzana, sigo comiéndola y dejándola en la mesa. Me siento, la miro, me siento caníbal, y me voy. Mi cocina es pequeña y no tardo mucho en abandonarla herida y a oscuras tras apagar la luz.
Ella tiene una nueva forma y de su piel resbalan pequeñas gotas. Al menos yo creo que son gotas de agua al limpiarla tras el grifo, ¿pero y si está llorando? Quizá pueda hacerlo por mí. Es difícil saber lo que se siente por dentro cuando no se hace uso apenas de esa capacidad.
Poca gente estaría orgullosa de decir: "Lloré por ti" "Quiero llorar por ti"... Una fruta es capaz de hacerlo y yo no. Es irónico. Gracias por ello también. Porque me hiciste comprender un poco más lo que lo sentí.
Faltaba tiempo, ahora me di cuenta. Ha tenido que pasar horas largas, que parecían no tener prisa, para enseñarme que te echo de menos.
Gracias por cada respiración, por costosa que fuera. Por cada cigarrillo aplastado con crueldad contra el suelo. Por todo ello y tantas cosas más.
Por tus plantones en el metro, ¡JHÁ! Y tu singularidad al decirme: "¡Uy, me he equivocado!"
Por una flor amarilla, por los amigos conocidos. Pero sobre todo por darte a conocer con una sonrisa, mientras escribías...o fingías hacerlo.
Por el dibujo en tus labios que te caracterizó siempre.
Gracias por ti. Por tu ser. Por tu carácter. Por tu carisma.
Gracias por todo ello.
¡Y por los pañuelos!
El mejor regalo que nunca nadie me hizo.
Gracias por todas las cosas que no te agradezco y por las que sí lo hago.
Yo no te ayude a ti, fue completamente al revés.
Un besazo enorme.
¡Feliz cumpleaños pequeña!
...Se te echa tanto de menos...
♥
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