domingo, 22 de abril de 2012

¡Feliz cumpleaños!

GRACIAS.

Gracias por los momentos compartidos. Y también por aquellos en los que discutimos, aunque sólo recuerde uno.
Por cada sonrisa y por cada carcajada.
Por cada abrazo a tu cintura mientras no parabas de reír, por cada momento que te tomabas de silencio que parecían que no querían terminar, para volver a reír.
Por tus bufandas de colores, interminables. Si alguién podía llevar el apodo de hippy por su camuflaje, ésa eras tú sin duda.

Gracias por el teléfono. Por las charlas interminables al otro lado del altavoz. Como dos niños con yogures atados a una cuerda, hablando y escuchando, hablando y escuchando. Una hora tras otra...¡Y que tan rápido pasaba! Y gratis por supuesto...Caro habría sido si no lo hubieramos hecho así.

Gracias por los coffes. Tú me los enseñaste. Sillones cómodos en los que hablar de bicis que se cambian por casas. ¿Por casas que se pueden cambiar por bicis? ¿Por mayores cambiados por minucias? La locura de una persona que nos hacía sentir mejor.

Agradecido por el idioma que hablabas. Por ese español rotundo y fuerte, por un francés fácil de entender por todos. Hacías que sonase bien.

¿Pensabas que me iba a olvidar de ello? La música. Quizá la segunda cosa que más nos unió.
La música y la guitarra.
Enamorado de tu estilo y cautivo por tu voz. Tus letras y el sentimiento con el que cantabas. Insuperable para mí, llegaste alto. Muy alto...Eso fue superación.
Con tu iniciativa conseguiste tantas cosas, lo hiciste. Imbatible en la cima.

Gracias por los acordes a dúo, por las enseñanzas. Gracias por esa guitarra roja. ¡Qué pasión! ¡ Y por su sonido! Por recordarme lo que era tocar para alguien, ayudar a la adrenalina subir hasta la punta de los dedos, al acariciar cada cuerda, a ver cada sonido, a saborear la canción.
Por cada persona  que nos aconteció y por los "enhorabuena" y "bien, muy bien".
Por el estado tembloroso tras cada actuación, como un mendigo que pide en una estación. Inseguro y bailando con su limosna, poniendo más atención a que no se le caiga de las manos por los espasmos descontrolados, inconsciente de lo agraciado que fue al decir "gracias, señor".

Gracias por tus escritos.
Todos llenos de vida, emoción, miedo, erotismo. No hubo nada que no pudieras describir y de la manera en que lo hacías. Tú manera.
Sigo buscando una manzana, sigo comiéndola y dejándola en la mesa. Me siento, la miro, me siento caníbal, y me voy. Mi cocina es pequeña y no tardo mucho en abandonarla herida y a oscuras tras apagar la luz.
Ella tiene una nueva forma y de su piel resbalan pequeñas gotas. Al menos yo creo que son gotas de agua al limpiarla tras el grifo, ¿pero y si está llorando? Quizá pueda hacerlo por mí. Es difícil saber lo que se siente por dentro cuando no se hace uso apenas de esa capacidad.

Poca gente estaría orgullosa de decir: "Lloré por ti" "Quiero llorar por ti"... Una fruta es capaz de hacerlo y yo no. Es irónico. Gracias por ello también. Porque me hiciste comprender un poco más lo que lo sentí.
Faltaba tiempo, ahora me di cuenta. Ha tenido que pasar horas largas, que parecían no tener prisa, para enseñarme que te echo de menos.

Gracias por cada respiración, por costosa que fuera. Por cada cigarrillo aplastado con crueldad contra el suelo. Por todo ello y tantas cosas más.

 Por tus plantones en el metro, ¡JHÁ! Y tu singularidad al decirme: "¡Uy, me he equivocado!"

 Por una flor amarilla, por los amigos conocidos. Pero sobre todo por darte a conocer con una sonrisa, mientras escribías...o fingías hacerlo.
Por el dibujo en tus labios que te caracterizó siempre.


Gracias por ti. Por tu ser. Por tu carácter. Por tu carisma.
Gracias por todo ello.


¡Y por los pañuelos!



El mejor regalo que nunca nadie me hizo.


Gracias por todas las cosas que no te agradezco y por las que sí lo hago.

 Yo no te ayude a ti, fue completamente al revés.

Un besazo enorme.

¡Feliz cumpleaños pequeña!

...Se te echa tanto de menos...

viernes, 13 de abril de 2012

Dedicatoria a los defensores de la tauromaquia



A todos los que les gustan las corridas de los toros...¡Ay, qué bonitas que son! ¡Matar animales porque sí, yeah! Vamos a comprar un perrito a mi hijo vendiéndole la moto de que hay que cuidar a los animales.
¿A todos vosotros las corrida de toros os gustan, no? Pues corrida de toro en vuestra boca...¿Os sigue molando?

Sigo sin entender que matar a un animal por "diversión" pueda considerarse un arte. Sigamos matando gallinas rompiéndoles el pescuezo con el dedo pulgar, estrellemos gatitos recién nacidos contra el suelo porque no queremos más que dos de ellos de una camada de ocho...Abandonemos a los perros porque nos vamos de vacaciones, despellejemos mapaches VIVOS para hacernos abrigos de piel y divertirnos mientras vamos de tiendas.

Si todo esto sabemos que está mal, ¿por qué no podemos ver que hacemos sufrir a un toro? Está bien torearlo, pero no cansarlo para acabar matándolo en agonía y a veces, ni eso. Algunos toreros deberían aprender a clavar espaditas a vuestros hijos antes para no fallar en el momento decisivo ante la mirada atenta de un público espectante de presenciar la matanza.

A todos vosotros que os gusta este "arte" os dedico esta entrada. La hipocresía es un cualidad al alcance de todo pero que se gana su máximo exponente con vosotros, que os tapáis los ojos y os indignáis cuando oís noticias en la televisión de animales maltratados y abandonados. Os destapáis en las plazas de toros, el único refugio donde, como verdaderos animales, os sentís en manada, seguros entre los de vuestra especie.


Ojalá algún día esto pueda cambiar.

Menos mal que somos una raza inteligente.

Kágate Kid

Otra jornada de trabajo. ¡Aburrida! Pero hoy es un poco diferente: No estoy ocupando exáctamente mi puesto de trabajo.
Una amiga me pidió si le podía cubrir el turno de mañana ya que necesitaba tiempo para hacer no sé qué. Ella trabaja en una tienda de ropa, algo en lo que yo no tengo experiencia. ¿Por qué no? Nunca he trabajado en moda, ésta no alcanza a ser muy grande. No puede ser difícil.
Estoy algo escondido. La tienda no está ni siquiera en una calle principal, por lo que no se espera "la marabunta" a la hora de atender a los clientes.
Para ser sincero, la idea de atender en un negocio de calle me resulta también atractiva. Es también por ello que accedí a hacerle el favor.

La primera familia entra por la puerta de la tienda. Hace algo de frío fuera por lo que la puerta la mantengo cerrada. Es ahí cuando la campanilla que cuelga del techo para avisar que entra alguien, tintinea.

¡CLIN! ¡CLIN!

Intercambiamos saludos. Un padre, una madre y cuatro hijos. A lo conejo...
Una niña de unos quince años. La sigue un hermano que podría tener dos años menos que ella. Sí, unos trece más o menos. La mayor diferencia se dan con las otras hermanas: dos niñas pequeñas que bien podían ser gemelas, ambas tienen la misma cara. La mayor de las dos podrá tener cinco años y la más pequeña, tres.

Empiezan a remolonear por la tienda. Me llamó la atención el padre, entró a la tienda con una camiseta en la mano. Tras un rato mirando cosas para los niños, el padre me pregunta -¿Tú crees que si mi hijo se pone está camiseta, desentona por el escudo de color rojo?
Se refiere a la prenda que sostenía al entrar. Blanca como la nieve misma, casi transparente. Podría ver al padre a través de ella sin demasiado esfuerzo. Presenta dos escudos. Uno a la izquierda, el rojo, al que el hombre se refiere y otro a la derecha. Éste último feo, verde oscuro y lo mejor de todo, desteñido. Está perdiendo color o quizá sea una mancha que la camiseta presenta. No estoy seguro. La mantiene frente a mí, a la espera de una contestación.
-Ehhh... -Titubeo-. El rojo no queda del todo mal. Yo no lo veo mal. El problema es el otro escudo. Parece que está perdiendo color, ¿no?
-No, no. El escudo verde está bien. -Me responde-. Pero es que se le cayó algo justo ahí y por eso está la mancha.

Gracias. Mi duda fue resuelta. A mí me daría un poco de vergüenza preguntar eso y mostrar encima la camiseta manchada. A pesar de todo, sigo sin entender bien la pregunta. La camiseta, con o sin escudos, no puede ser más fea. ¡Si se transparenta todo!
Sonrío al hombre y continúo a lo mío.
Ahora la madre viene hacia mí.

-Disculpa. Mi hija va a hacer la comunión. Estamos buscando precios para reportajes fotográficos. ¿Cuánto cobráis?

Tranquilos. Que no cunda el pánico. La cosa está en que yo realmente trabajo en una tienda de fotografía. Es por lo que me pregunta eso. Estaréis flipando, lo sé. Yo también. Pero el por qué la mujer sabe que yo trabajo en eso sigue siendo un misterio. Yo le sigo la corriente a fin de averiguar cómo le llegó esa información.
Efectivamente, le comento lo que yo, como “fotógrafo”, ofrezco: Precios, tipos de reportajes, etc.
Donde ya me quedo a cuadros es cuando me dice para quién será la comunión. ¿Recordáis la niña de cinco años? ¿Sí? Pues ésa. Lo suyo es pensar que será para el chico de unos trece, ¿verdad? Pues no. ¿Mola, eh?

Hago una pausa en mi trabajo, no se muy bien el motivo. La cuestión es que les digo que vuelvo en un segundo. Ellos pueden seguir dentro.
Salgo frente a la tienda, sin alejarme. No les quito ojo. En la calle estiro las piernas un poco y respiro el aire fresco que corretea por la calle. Me sienta genial, es realmente reconfortante.

Vuelvo para dentro y me encuentro con que la familia ha dado la vuelta al monitor donde yo cobro. Situado de cara a ellos, están viendo lo que parece ser una película y sentados en el suelo, acomodados con cojines y unos pufs del mobiliario de la tienda. Comiendo tarta de chocolate en platos de plástico que todos hemos comprado alguna vez en las fiestas de cumpleaños o esas tardes locas de camping familiar.
Mi cara es la misma que tenéis ahora vosotros. ¡No! Mi cara es aún más acojonante que la vuestra.
No le doy más vueltas, les pido que me hagan un hueco y me pongo a ver la película con ellos. Me ofrecen algo de tarta, me dan una cuchara también y nos ponemos todos en situación cineasta. Sólo faltan palomitas. Estamos con un clásico Disney, no recuerdo exactamente el título. Sólo sé que me la vi de pequeño no pocas veces y que a fecha de hoy no consigo recordar el nombre. Me da un poco de nostalgia y algo de pena al ver unos dibujos a los que no consigo poner nombre.

Mientras los niños terminan de ver la película, los padres siguen regateándome precios. Intentamos hablar en volumen bajo, a fin de no molestar a los peques. Es entonces cuando la niña que hará la comunión se pega con su clon, la de tres años. Pero a guantazo limpio, con lagrimones corriendo por la cara de la mayor a pesar de que en mi juicio de árbitro, ella había terminado la pelea. Empezarla no sé, pero terminarla…¡Ya te digo! La leche que le había dado al clon pequeño fue de campeonato y supuso un Knockout a la yogurina de la familia. La pequeña de tres años, tumbada en el suelo, no sabía por donde recibió la guantada.
Los padres regañan a la mayor. Todo fue porque la pequeña, en su inocencia, tuvo la ocurrencia de meter la mano en el plato lleno de tarta de la hermana mayor. La Hulk mayor se cabreo y debido a que iba a hacer la comunión en los próximos días, decidió repartir la sagrada hostia por ella misma. Y ¡ZAS! La sacudió.

La película Disney continúa. Para evitar peleas a lo Street Fighther decidimos poner atención a los críos. Yo me ocupo de la más pequeña, la que perdió el primer y único round. Intento que olvide “la caricia” de su hermana haciéndole el avión con la cuchara e intentando que se termine la tarta. La pequeña sonríe, parece reírse con la tontería a pesar de tener los ojos llorosos por la guantada de la hermana mayor.
La hermana mayor nos mira atentamente. Como con recelo. No es por nada en especial, pero al ritmo que esto marcha, terminaré estampándole la cámara a la niña el día de su comunión. Con tanto gesto de niña consentida, lo único que está consiguiendo es caerme mal. Respira hondo, respira. Respira por que la niña te va a poner a prueba:

-¿Sabes a quién me recuerdas? -La sonrisita maliciosa y el tono sarcástico con la que lo preguntaba no eran propios de su edad-. Me recuerdas a Ariel, la sirenita. ¿Sabes quién es?
-Sííí. Es un personaje ficticio, que no existe. Como los Reyes Magos. –Continué-. Tú me recuerdas a mi perro. Más concretamente cuando le saco a pasear y caga. ¿El moñiguito? A eso me recuerdas tú.

Obviamente, no contesté eso. Pero no por falta de ganas. La sonrisa y un “sí” entre dientes fue mi respuesta. Lo seguí con “Es una buena película de dibujos”.

Al cerrar los ojos me vino a la mente una versión alternativa La Sirenita, por cortesía de la “amable” niña. En ella se podía ver un barco en llamas en el cual viajaba el príncipe Eric (¿Príncipe de qué?). Su consejero Grimsby iba detrás de él, pero le faltaba algo…la mano. En su lugar una prótesis de madera. ¿Descabellado, verdad?
Una escena sacada de la película, con un barco en llamas. Un fuerte oleaje sacudía el barco, zarandeándolo. La tormenta y la lluvia golpean la cubierta, haciendo volar a los protagonistas. Los ojos de terror de Eric se pierden hacia el cielo, intentando abarcar una figura. Un monstruo marino se alza desde el gran azul. Un Ifrit de agua.
(NIVEL DE FRIKISMO DEL LECTOR NECESARIO PARA COMPRENDER LA SIGUIENTE ANOTACIÓN: ALTO. El Ifrit es similar al Guardián de la Fuerza o G.F. del Final Fantasy VIII. Os preguntaréis por qué de agua si Ifrit era de fuego…son elementos completamente opuestos. Yo que sé, es mi fantasía. Mi cerebro está quemado, ¿qué queréis que os diga?)
Antes de abrir los ojos y volver a la realidad, la última escena. Desde el espacio se alcanza a ver la figura de Ifrit. Sobresaliendo desde su torso sobre el mar, el planeta Tierra se le queda pequeño. Levanta sus manos amenazadoramente para golpear a continuación el barco. La honda que se genera se expande varios kilómetros.
¿El príncipe? Más vale que tuviera un heredero…

Volvemos al tema. Finalmente quedamos en día y hora para la sesión fotográfica. Punto final de la historia.
Por la tarde, de vuelta a casa el panorama no puede ser más dispar. Frente a mi edificio, debajo de mi portal hay una pequeña plaza. En verano es el reclamo perfecto para las sillas y pequeñas mesas vecinales. Con el buen tiempo se bajan de charleta hasta altas horas de la noche. Es en esa misma plaza donde un maromo y un chino se están liando a guantazo limpio.
Es increíble la de tortazos que estoy presenciando en un día.

El chino, pese a ser más pequeño se está defendiendo muy bien. Logra tirar al suelo a su adversario. Es entonces cuando la muchedumbre de gente que los estaban rodeando y pidiendo a gritos que lo dejen, entran a separarlos. No es necesario separar a ambos, sólo al chino. Aún con lo grandes que son los tipos que lo agarran, no terminan de disuadirle bien.
Me vuelvo a mirar a “la víctima”, sangra por todos lados. Tiene la cara echa un cromo. Unos pocos se dirigen a él para atenderlo.
Mientras, los tipos que están con el chino lo calman y lo acompañan a mi portal. ¡Tela! ¡Que el chino vive en mi portal! ¡El chino reparte-panes vive en mi portal!
Ya con el personaje más tranquilo, puedo diferenciar quién es. Es Miyagi, ¿el maestro de kárate de la película Karate Kid, sabéis? Y uno de los que le agarran es su alumno más destacado, Daniel-san.

Daniel-san le está hablando a su maestro, casi en susurros, intentando calmarle. Dice algo de ir a entrenar al gimnasio para quitarse algo de estrés. Miyagi, medio cabreado aún, asiente y se meten dentro de mi portal. Yo estoy algo confuso, no doy crédito de ello. Les sigo por el portal y echo un vistazo a mi buzón. Un par de cartas que no me paro a mirar. En vez de eso, cotilleo entre los nombres de los vecinos.

Efectivamente, hay uno que pone Miyagi Liamon, ¡OJO! Mi mente me juega malas pasadas, pero el apellido era Liamon. ¿Algo que ver con Limón? ¿Amarillo limón tal vez? Pfffff, no sé. Demasiadas coincidencias en un día.
Continúo por el pasillo hasta dar con una puerta que nunca había visto. Los ascensores deberían estar ahí, pero en vez de eso hay una puerta. ¿Las escaleras? Tampoco. Y a decir verdad no me haría gracia que sólo hubiera escaleras pues vivo en un octavo. Dado que es la única opción presente, atravieso con cuidado la puerta.

Hay una luz brillante que se abre sin temor desde la nueva habitación. No soy consciente todavía del cuarto que se abre frente a mí. Es enorme y está inundado de máquinas de gimnasio. Es increíble que Miyagi y Daniel-san no estuvieran mintiendo. ¡Espera un momento! ¡¡QUÉ LECHES!! ¡Es increíble que existan Miyagi y Daniel-san!
Al fondo, Daniel-san está entrenando con su maestro. Lanzándole puños y patadas mientras Miyagi los esquiva. Me acerco a ellos y ¿sabéis qué?

ME DESPIERTO.

Espero que hayáis disfrutado de mi sueño como yo lo hice. Os juro que esto fue lo que soñé.
La gran pregunta es :

¿Cómo sabía la señora que no era un dependiente de ropa? ¿Cómo sabía que hacía reportajes fotográficos? ¿Por qué una niña de cinco años hace una comunión? ¿Por qué una tienda de ropa? ¿Por qué un chino como Miyagi?

A veces, tras todo sueño hay una realidad. Al igual que las pesadillas reflejan estados de angustia o miedos de nuestra personalidad, los sueños no son distintos en este sentido.
La mujer sabía que hacía reportaje de comunión porque realmente trabajo en fotografía. De hecho, al día siguiente tenía mi primer reportaje fotográfico en un estudio fotográfico que estrenábamos como nuevo.
¿Una niña de cinco años? Porque la zona donde trabajo es Villaconejil. Ahí,el término preservativo es completamente desconocido. Tienen hijos a la velocidad que cambian de teléfono móvil. La mayoría de las fotos de carnet que hacemos son de niños para el colegio.
El señor Miyagi es el elemento más fácil de explicar: El reportaje que se nos presentaba era de comunión. Teníamos crucifico, libros, rosas…Pero nos faltaban cirios con motivo cristiano. ¿Dónde tenía que ir a comprar uno a la mañana siguiente de soñar esto? Exacto, a una tienda de chinos. A “un chino”, de ahí la colaboración en mi sueño de este hombre de fama mundial.
¿Cómo juega la cabeza, eh?

¿La tienda de ropa? Bueno, eso ya es otra historia.

Felices sueños.




Aquí los enlaces a otros sueños locos:

http://palabrasenunbanco.blogspot.com.es/2011/10/hoy-sone-con-dinosaurios.html

http://palabrasenunbanco.blogspot.com.es/2010/06/divagacion-mental-sueno.html